El espectáculo que ofrecen los medios de comunicación españoles, especialmente los televisivos, es deprimente.
Concursos deleznables, programas rosa por no decir otra cosa, francamente deprimentes y llenos de contenidos que atentan contra los sentimientos, las emociones y la buena educación.
Tertulias donde los tertulianos con un supuesto nivel de preparación compiten en una carrera de desprpósitos, mala educación, imposición de sus criterios y descalificación del contrario elevando la voz a gritos como si tatara de una feria.
Comunicadores que debaten siempre en una misma dirección llevando el agua a su molino llegando al insulto y a la calumnia.
Espectadores alienados en su inmensa mayoría que con sus aplausos silenciosos avalan unos índices de audiencia que sirven para que los prebostes de las empresas televisivas permanezcan con sus programas que avergozarían a cualquiera que tenga dos dedos de frentes.
Todo está en función del dimero que entra por publicidad.
Cuando los asuntos generales señalan que la sociedad necesita una catarsis o cierto tipo de sinergia reformadora se envían señales de fútbol invadiendo todos los espacios con la denominación deporte y asÍ el aspecto crítico del individuo permanece adormecido en aras del bien general y de los poderes constituidos que de esta manera pueden sestear a placer.
El mundo de la cultura mientras tanto entra en el círculo infernal y la producción literaria y las colaboraciones se impregnan del adocenamiento genelarizado.
Queda algún oasis en la prensa escrita afortunadamente y sobre todo en la radio aunque el sectarismo también asoma a estas puertas.
Seremos optimista y pensaremos que en algún momento se imponga la sensatez y vuelva la riqueza intelectual, no en vano estamos en un momento de cambio generacional y de civilización.
Aquiles
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