Hace ya tiempo que el Gobierno de todos los españoles mira para otra parte , deja pasar las ocasiones de centrar los hechos, de cumplir la Ley porque teme los apelativos de esa izquierda irredenta y pasada de moda.
El espectáculo ofrecido en el Nou Camp con motivo de la Final de la Copa del Rey fue inaudito, vergonzo y bochornoso.
Las autoridades café con leche que tenemos en lugar de darse la mano para salir del campo y dejar al patético presidente de la comunidad autónoma de Cataluña con las vergüenzas al aire, se dedicaron a poner cara de póker, resisitir con los puños cerrados y el rostro hiératico.
Y éso que les pagamos todos con los dineros que nos succiona Hacienda.
Juanma Rodríguez hace una crónica de fútbol muy interesante en Libertad Digital y muestra cómo ser futbolero no está reñido con ser respetuoso.
Estamos muy de acuerdo con él que el futuro en las escuelas, Institutos y Universidades, lo mismo que se dicen barbaridades del origen de algunos personajes de la Historia Española, nos contarán que se silbó Els Segadors y se prohibieron las esteladas.
Indudablemente que todos nos hubiéramos sentido más reconfortado con la salida del Rey del Palco, seguido por esos mercachifles de la política.
Eso pensamos los españoles de a pie.
Ulises.
No es de extrañar en absoluto que, en la actual situación de indefensión por la que está atravesando el Reino de España
,
mal representado y peor liderado, Bartomeu no sólo no exigiera el otro
día después del Trofeo Gamper que sus socios se guardaran las esteladas
sino que se declarara públicamente en rebeldía animándoles a exhibirlas
aún con mayor generosidad. La tibieza con la que, al fin, después de dos
interminables meses de dilación, se mostró en el mes de julio la
tristemente famosa Comisión Antidignidad con aquella
sancioncilla de telediario cuyo objetivo real y verdadero no era otro
que dar fe televisiva de que, a pesar de los insistentes rumores que
apuntaban en sentido contrario, lejos de morir en el intento de castigar
a quienes insultaron al Rey, pitaron el himno nacional y, por
extensión, nos ofendieron gravemente a todos los españoles, el
secretario de lo que nos queda de Estado para lo que nos queda de
vivos, desembocó en el atrevimiento chulesco del presidente del Barça, dispuesto a pasarse la ley
, la justicia y la Constitución por el Arco de Bará.La sanción, como ya dije en otra ocasión, era una verdadera bicoca para los antiespañoles, una invitación a seguir insultándonos, y, lejos de castigar el delito, acabaría produciendo un lógico ¨efecto llamada¨: ¿Una bolsa de patatas por dejar en evidencia al Rey? ¿Dos de pipas por pitar el himno nacional? ¿Y ambas, patatas y pipas, pendientes de la decisión de la Fiscalía
, lía, lía?... Lo que me extraña es que Bartomeu no saliera él mismo enfundado en una estelada de tamaño natural y, ya puestos
,
fumándose un puro. Miquell Cardenall, el de la ¨marca España¨, ya
advirtió tras la larguísima e inutilísima reunión de julio que a ninguno
de los miembros de la Comisión Antidignidad se les había pasado
siquiera por la imaginación pedir el cierre del Camp Nou, una
posibilidad recogida por la misma Ley que estos caballeros hacen trizas
con impunidad delante de nuestras narices.Y es que en España lo hemos inventado todo. Somos los creadores de la democracia. Y, por supuesto, los fundadores de la libertad de expresión. En Francia, por ejemplo, si se pita el himno nacional, los miembros del Gobierno abandonan el campo en fila de a uno y el árbitro suspende el
español que humilló a Cataluña y se rió de todos los catalanes al pitar Els Segadors.
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